Resultó que unos amigos de un “padre” ―más
bien, un diácono, el Dcno. Salvador Quiejú, que trabaja en la parroquia de
Santa María, Nebaj― no podían solventar un compromiso adquirido, por lo que
hubo que echar mano de alguien que pudiera. Mis colegas sacerdotes me ayudaron con otros encargos para poder hacer el viaje.
Cuando me preguntaron que cómo me había
ido en el viaje, les respondí que el lugar me había parecido precioso ―porque
lo es―, pero el camino no tanto, debido a la gran cantidad de túmulos que detienen
un buen y placentero viaje. Espero no soñar esta noche con saltos de túmulo... El
viaje de ida ha sido de tres horas; un tanto igual el de vuelta.
El objetivo del viaje fue unas
conferencias a jóvenes sobre la Sagrada Escritura y sobre el método de la
Lectio Divina. Hubo que prepararlas en tan solo una semana, pues fuimos “la
segunda” pero reconfortante opción.
De esta manera he conocido Nebaj, un
pueblo pintoresco, con gente maravillosa, que se asienta en un pequeño valle,
al norte de Sacapulas y Santa Cruz del Quiché. El paisaje es imponente.
Me ha dado oportunidad de conocer in
situ la labor que se realiza en Nebaj, el trabajo que realiza el Dcno.
Salvador, ayudando al P. Diego.
Agradezco al Diácono por la invitación y
por las atenciones. De hecho, mañana probaremos un queso especial que nos ha
regalado ―uno semejante ya he degustado yo―. Espero que haya podido colmar las
expectativas.
Una bella imagen de la iglesia colonial del pueblo de Nebaj. |
En el horizonte se ve la silueta de la iglesia, vista desde el cementerio. |
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