De todo se sirve el Señor, pero a veces lo
que te dice otro es lo que más te impacta, lo que más se te queda.
Ayer conversaba con un seminarista sobre
el evangelio de la Misa de hoy (Jn 21,3-19), la escena de la pesca milagrosa y
la conversación de Jesús con Pedro.
Lo que me dijo este seminarista se me ha
clavado en la mente: el amor percibe al amado. De hecho, es el DISCÍPULO AL QUE
JESÚS AMABA quien se dio cuenta de que el que estaba a la orilla del lago era
Jesús, el Amado, pues exclama: ¡Es el Señor!
Le pido a san Juan un poquito de ese amor
que él le tenía a Jesús.
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