Voy
a quejarme como los universitarios: “¡Hala! Ya tengo sueño y todavía me queda
mucho por estudiar... Además, ya me duele la espalda de tanto estar sentado
estudiando”. ¡”Pobres” los universitarios! Y no les falta razón. Yo quizá la
tenga un poquito...
Ahora
me recuerdo de mis hermanos, de cuando ellos estudiaban en la Universidad ―aunque todavía alguno estudia allí, ya teniendo
trabajo― y les tocaba que estudiar largas horas en la noche,
después de haber viajado a la Universidad y recibir clases todo el día. Son los
gajes del oficio.
Me alegra mucho el testimonio de aquel
universitario que, mientras viajaba en la camioneta, aprovechaba el tiempo: a
la ida se iba estudiando; a la vuelta, puesto que viene con las luces apagadas,
se venía rezando el Rosario.
Hay tantos
universitarios católicos que lo hacen, que no se olvidan de Dios en medio de
sus fatigas estudiantiles. Que Él sea su fuerza y aliento en la dura tarea de
estudiar.
Esta pobre sí que ha estudiado toda la noche... |
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