Hace
unos días vi el artículo en Prensa Libre. Ahora lo encuentro en Religión en
Libertad y, por lo tanto, el ejemplo tiene mayor difusión.
Se
trata de Sor Isabel Chinchilla, una “santarroseña” que realiza su apostolado en
nada más y nada menos que en Rusia. Les dejo con unos extractos del artículo que
les invito a leer completo.
En Rusia sor Isabel Chinchilla
Lorenzana cumplió hace poco 20 años de vocación al servicio del prójimo, sin
importar su origen o religión. Esta monja guatemalteca ha servido durante 20
años a quienes más lo necesitan, en Rusia.
-¿Qué la llevó a convertirse en
monja?
- Vengo de una familia numerosa, y
siempre he sido de carácter alegre e independiente. Me gustaba ir a fiestas con
amigos y amigas; era líder del grupo, y me gustaba tener novios. Si a
los 15 años me hubieran dicho que sería monja, me hubiera reído. Le decía
a mi mamá que quería tener una familia con muchos hijos, como ella, pero mi
vida cambió a los 16 años, a principios de la década de 1980, cuando trabajaba
en la parroquia de mi localidad.
¿Cómo se comportaban los rusos
con usted?
- Nos miraban con sospechas, porque
fui una de las primeras monjas que llegaron a Rusia. La gente nos preguntaba en
la calle si éramos actrices. Encontramos en ruinas la iglesia católica de
Santa Catalina, la primera en ese país, y que se terminó de construir en 1783,
porque el comunismo la utilizó como depósito de armamento. Se
devolvió a los fieles en 1992, y su reconstrucción finalizó hace tres años.
Hace pocos días, el Papa la proclamó basílica.
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