Era
la hora del deporte. ¿Qué jugaría hoy? Me fui con los tenis y con los “tacos”
(zapatos de futbol) al campo, dispuesto a apoyar en el equipo local o el
visitante ―todos éramos del Seminario―, en el deporte que sea; o, al menos, en el
que me dejen jugar.
Los
jóvenes seminaristas son muy caritativos, que todavía nos dejan jugar a los que
vamos teniendo más años que ellos. Sin embargo, me aseguré de que “me dieran juego”:
me llevé una pelota nueva que un amigo sacerdote nos ha regalado. De verdad que
es una buena pelota de futbol.
Hacía
tiempo que no jugaba dos horas. No se extrañen de mi resistencia ―más
bien, de mi escasa resistencia―, porque estuve jugando un buen rato en la
portería... Eso sí, pasé un buen rato con los jóvenes, sudando “la gota gorda”
bajo el sol radiante de la primera hora de la tarde.
Me hice un propósito para el juego ―los que
me conocen saben que me cuesta―: no proferir comentario o clamor alguno; aunque
no lo cumplí tan ejemplarmente... Intenté no faltar a la caridad.
En fin, mientras se pueda y haya algo de
tiempo, seguiremos haciendo algo de deporte para que el esqueleto no se oxide.
No hay comentarios:
Publicar un comentario