Anoche me comentaban un caso: a una
persona joven, según sé “muy católica”, se le olvidó que el miércoles había que
ayunar…; es más, ¡comió carne ese día! Claro, luego me propusieron la pregunta:
“en ese caso, ¿qué pasa?”
Juzgando por el olvido, como no ha habido
mala voluntad, podríamos decir que no pasa nada. Pero, ¿no debería, un católico,
no sólo tenerlo presente sino incentivar y recordar a otros a que vivan estas
tradiciones, estos recursos que la Iglesia nos propone para vivir la
conversión?
Bien, bien. Pero, ¿y si de verdad se me
olvida, porque a cualquiera nos puede pasar?
Como podrán suponer, no es que comer o la carne sean malos. Se trata de
una penitencia, muy estimada y alabada por los santos, para reconducir nuestro
corazón a Dios. Si por despiste como carne ese día, trataría de hacer una
penitencia equivalente, algo que requiera sacrificio. Todos los católicos están
obligados a practicar el ayuno desde los 18 años hasta los 59 cumplidos.
Hoy, viernes de Cuaresma, también se
practica la abstinencia, abstinencia de comer carne a partir de los 14 años de
edad. Pero, ¿y los que no suelen comer carne o comen una vez por semana?
¿Supondrá un sacrificio para ellos? ¿Y si, por no comer carne en viernes de
Cuaresma, me ponen, en cambio, unos filetes de pescado, quizá de un buen
pescado, bien preparado? ¿Constituirá eso una penitencia para mí? Ustedes
respondan. Habrá, pues, que hacer una penitencia equivalente.
El ayuno que nos pide Dios, según la
primera lectura de hoy, es la ayuda a los necesitados, la práctica de la
caridad en la alteridad. ¡Eah, pues!
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