El sábado pasado, fui a dar una vuelta a la casa y visitar a mis papás. Me había informado antes de la hora de la Misa y poder asegurar mi participación. Coincidió que el Obispo estaba de visita pastoral en la parroquia y la Misa la iba a celebrar él. La Misa programada a media mañana iba a ser con participación de enfermos y Unción.
Llegando con buen tiempo de antelación, me percaté de la labor de los integrantes de diversos grupos que, organizados, llevaron a los enfermos a la iglesia parroquial para participar de la Misa. También me sorprendió ver a más de cien personas que iban a recibir la Unción de los Enfermos, entre enfermos y ancianos. Uno de los sacristanes me comentó: "... y estos son los que pertenecen a la Iglesia y pueden venir a la iglesia. Debe haber muchos más en el pueblo y que son de otras iglesias".
Algo más me ha sorprendido: las manos de las personas a quienes ungimos son manos de gente mayor, manos trabajadoras, manos callosas, algunas agrietadas, manos, en fin, de gente que se ha gastado ayudando a la sociedad y a sus familias. ¡Cuánto tenemos que agradecer a estas personas, que ahora están enfermas! Además de rezar por ellas, deberíamos acompañarlas y ayudarlas, en la medida de nuestras posibilidades.
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