“Bienaventurados [¡dichosos!] los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos” (Mt 5,3), escucharon sus
contemporáneos de los labios del mismo Jesús. Había, entre la multitud, todo
tipo de personas: hombres y mujeres; ancianos, adultos, jóvenes y niños; ricos
y pobres; instruidos y analfabetos; religiosos y laicos...
La palabra del Señor, por ser la de Dios,
trasciende el momento histórico; también nosotros nos sentimos interpelados,
señalados por Jesús. Así lo tomó San Francisco de Asís, cuya fiesta celebramos
hoy, y nos invita a examinarnos cómo vivimos la virtud de la pobreza, que todos
debemos vivir.
Tres notas sugería San Josemaría para que
nos puedan servir de examen de conciencia, a ver qué tanto tenemos el corazón
en las cosas de la tierra o en las del cielo:
- No tener cosa alguna como propia,
- No tener cosa alguna superflua,
- No quejarme cuando me falte lo
necesario.
Una pregunta más: ¿cuándo hicimos la última limosna?
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