domingo, 31 de julio de 2016

"El que acumula riquezas para sí y no es rico a los ojos de Dios" (Lc 12,21)

     Las lecturas de la Misa de hoy (Ecl 2,21-23; Col 3,1-5.9-11; Lc 12,13-21) son maravillosas para reflexionar sobre este tema. Nuestro Señor es, según san Lucas, duro contra las riquezas y misericordioso con el hombre que necesita de salvación, "aunque" sea rico...


     Nos recuerdan las lecturas de que el corazón del hombre está hecho no para las cosas materiales sino para Dios. Las palabras de San Agustín en sus Confesiones nos sirven al respecto: "Nos hiciste Señor para ti y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti".

     Nuestro modelo es Cristo mismo, que "siendo rico se hizo pobre por amor de ustedes para enriquecerlos con su pobreza" (2Co 8,9). Tampoco tenía, el Hijo del hombre, dónde reclinar la cabeza (cfr. Mt 8,20). La Virgen María también: siendo la Reina del Cielo, aquí vivió la vida común de una mujer sencilla y pobre, atendiendo su casa y a su familia.

     No sé... En la homilía de hoy me vino a la cabeza unas preguntas, espigadas, sin orden, que podrían servirnos de examen de conciencia:

     ¿Me pongo triste cuando no tengo dinero, o cuando los demás lo tienen? ¿Quieres tener sin habértelo ganado? Cuando ves una cosa bonita, ¿pronto te la quieres comprar? ¿Andas con el corazón inclinado a cumplimentarle a tu gusto el último grito en aparatos? Mira tu armario, ¿no tienes demasiadas cosas? Y, esto, conforme a la lectura del evangelio de hoy: ¿te peleas por herencias, hasta te enemistas con tus hermanos porque no te tocó lo que querías? ¿Eres generoso? La pobreza debe costar, decía un santo. ¿Confías en la Providencia divina que sabe lo que necesitas?

     En fin, ustedes podrían sugerir más cosas. Lo que necesitamos es ser ricos a los ojos de Dios y no acumular riquezas para nosotros.

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