La parábola del sembrador (cfr. Mt 13,1-9) que nos propone la Misa de hoy ha sido tan comentada. Además de la enseñanza obvia que tiene, puesto que el Señor mismo propuso la parábola y la interpretó, me incliné por comenzar la homilía comentando sobre el valor del trabajo del agricultor.
Me recordé de mi tiempo de niñez y juventud, en que acompañaba a mi papá y a mis hermanos a preparar la tierra, sembrar, cuidar y mantener las plantas, para que luego den el mejor fruto. Yo sólo me limitaba a lo que mi papá, cual experto en la materia, sabía lo que había que hacer. Me recordé de las jornadas alegres y arduas que nos tocaba pasar -a mí poco me tocó, debido al estudio-. Mi papá sigue en esa labor. Y pienso en mis paisanos y todos los que se dedican a cultivar la tierra, muchas veces sin hallar la recompensa a su esfuerzo.
Mi pueblo Patzicía, y los que allí moramos, tenemos mucho que agradecer a Dios por gozar de una tierra bendecida. Todo hay que agradecer a Dios.
Ayer, en una Misa que celebré, en la presentación de ofrendas ofrecieron una cesta de mimbre que portaba verduras, acompañada de palabras semejantes a estas: "Te presentamos los frutos de la tierra que nos has permitido cultivar", aunque tales verduras las hayan ido a comprar al supermercado y aún conserve la etiqueta.
Dios bendiga a todos los agricultores que en el mundo entero trabajan arduamente, sin máquina y con el espinazo partido, para poder sustentar a su familia y a todos los que nos beneficiamos de su labor.
Me ha alegrado mucho este video.
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