Quedan menos de 15 horas, ahora que escribo, para que se acabe el año 2010 y dar la bienvenida al año 2011. Aunque, confieso, que el paso de la media noche entre uno y otro año, era más emocionante para nosotros, cuando éramos pequeños. ¡Cómo pasa el tiempo!
“¡Otro año encima!”, me decía un amigo: un año que se quema y otro que se estrena. ¿Para qué este tiempo? ¿Qué sentido tiene vivir un año más? Entonces caigo en la cuenta que este tiempo no tendría sentido si no se remite a Dios: el tiempo es un don de Dios que hay que hacer rendir.
¿Habré progresado este año? ¿En qué he progresado? ¿Vale la pena en eso que he progresado? Entonces me recuerdo de la parábola de las minas que recoge el evangelio: el hombre que enterró lo encomendado y no trabajó.
Este último día suele ser de examen, de balance. Ojalá nos ayude a emplear este tiempo para Dios.
¡Les deseo toda clase de bendiciones de Dios para este año 2011 que comenzamos!
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