Parafraseamos a San Agustín: “Hoy nuestro Señor Jesucristo ha subido al cielo; suba también con él nuestro corazón”.
Por un lado nuestra mirada se dirige al Cielo, en donde está Cristo, sentado a la derecha del Padre, a donde ha ido a prepararnos lugar. Por otro, nos ha asegurado su presencia: no se ha ido del todo y nos ha dejado solos; al contrario, se ha quedado con nosotros más de cerca, pues si su Cuerpo lo impedía, en cierto modo, mientras estaba aquí sobre la tierra, ahora puede estar con cada uno, y nos hace uno con Él principalmente mediante la Comunión. Un tercer punto consiste en el mandato misionero que nos ha confiado –a ti también, quien lee estas líneas–: “id y hacer discípulos de todos los pueblos”.
¡El Cielo…! “Ni ojo vio, ni oído oyó, ni pasó por mente humana lo que Dios tiene preparado para aquellos que le aman”. Bueno es que pensemos en el Cielo, nuestro destino, pero siempre se quedará corto. “Soñad y os quedaréis cortos”, decía aquel gran santo.
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