Así designan muchos a la adolescencia; tantos padres de familia lo han comprobado. He aprovechado una vez más una conversación con mis colegas sacerdotes. Ha surgido el tema a propósito de la dirección espiritual y la madurez humana.
Pues, bien. Además de recalcar la importancia del papel de los padres en la educación de las nuevas sociedades, en la formación en las virtudes –¡que es allí en donde pueden aprenderlas y no en la calle o en el colegio!–, también hemos convenido –no en cuanto actores o protagonistas sino como espectadores– en que la edad de la adolescencia se ha adelantado y se ha atrasado. ¿Que qué quiero decir? Que la adolescencia llega más temprano ahora: si antes la adolescencia comenzaba hacia los quince años, ahora se ha adelantado a los diez; si terminaba cuando se llegaba a la mayoría de edad (18 años), ahora a veces hay quienes tienen 25, o más, y aún se portan como adolescentes…
¡Qué dura y crucial es la tarea de los padres, pero también qué aventura se les plantea, si lo llevan con alegría y deportitividad! Confiamos en ustedes, padres.
No hay comentarios:
Publicar un comentario