Sólo
Jesucristo, Hijo de Dios desde toda la eternidad, eligió cómo, cuándo y dónde
nacer, ¡y vaya circunstancias que escogió! Desde el inicio de su existencia
terrena es ejemplo para nosotros.
Nadie
elige cómo nacer, pero sí cómo vivir y, más, cómo morir. Sólo sabe morir el que
sabe vivir.
Hoy la
Iglesia celebra la fiesta de Santa Clara de Asís, a finales del siglo XII y la
primera mitad del XIII. Ella, como su paisano San Francisco, se desposó con la “Señora
Pobreza”. No eligió la familia pudiente y la vida que le tocó vivir al
principio, pero sí optó por querer vivir la pobreza evangélica en su
radicalidad. Ella entendió que son “bienaventurados los pobres de espíritu
porque de ellos es el Reino de los Cielos”. Recomendó a Santa Inés de Praga que
se reflejara en el divino espejo del Hijo de Dios: “en este espejo brilla la
dichosa pobreza, la santa humildad y la inefable caridad, como puedes observar
si, con la gracia de Dios, vas recorriendo sus diversas partes”.
Cuerpo incorrupto de la santa. |
Lo
habrán experimentado en alguna ocasión: vivir la pobreza con espíritu cristiano
–desprendimiento de los propios caprichos, de uno mismo, para ayudar a los
demás- da alas para “unirse en lo íntimo de su corazón a aquel cuya belleza
admiran sin cesar las multitudes celestiales, cuyo afecto produce afecto, cuya
contemplación da nueva fuerza, cuya benignidad sacia, cuya suavidad llena el
alma, cuyo recuerdo ilumina suavemente, cuya fragancia retornará los muertos a
la vida y cuya visión gloriosa hará felices a los ciudadanos de la Jerusalén
celestial” (Carta a Santa Inés de Praga).
¿Has sido
testigo alguna vez de la alegría de una verdadera religiosa de clausura?
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