El día de hoy ha culminado, en el
Seminario, un “Simposio” de Filosofía, que tuvo como tema principal “la
Ecología y el Ecologismo”. Es el tercer año que se realiza este Simposio. La novedad,
para mí, es que me invitaron a dar una de las conferencias, un poco inusual
para uno que ha estudiado temas concernientes a la Biblia. Sin embargo, el tema
tampoco es tan extraño, porque su fundamentación siempre es bíblica. Así lo
expresa el primer “mandamiento” del “Decálogo sobre ética y ambiente” del
Pontificio Consejo “Justicia y Paz”: La Biblia tiene que dictar los
principios morales fundamentales del designio de Dios sobre la relación entre
hombre y creación.
Quiero citar, aquí, el n. 8 del Mensaje de
Benedicto XVI para la XL Jornada Mundial por la Paz (1/01/2007). Viene a
recordar que hay una “ecología humana” –la principal-, que está intrincadamente
relacionada con la “ecología natural”.
Juan Pablo II,
en su Carta encíclica Centesimus annus, escribe: “No sólo la tierra ha
sido dada por Dios al hombre, el cual debe usarla respetando la intención
originaria de que es un bien, según la cual le ha sido dada; incluso el hombre
es para sí mismo un don de Dios y, por tanto, debe respetar la estructura
natural y moral de la que ha sido dotado”. Respondiendo a este don que el
Creador le ha confiado, el hombre, junto con sus semejantes, puede dar vida a
un mundo de paz. Así, pues, además de la ecología de la naturaleza hay una
ecología que podemos llamar “humana”, y que a su vez requiere una “ecología
social”. Esto comporta que la humanidad, si tiene verdadero interés por la paz,
debe tener siempre presente la interrelación entre la ecología natural, es
decir el respeto por la naturaleza, y la ecología humana. La experiencia
demuestra que toda
actitud irrespetuosa con el medio ambiente conlleva daños a la convivencia
humana, y viceversa. Cada vez se ve más claramente un nexo inseparable
entre la paz con la creación y la paz entre los hombres. Una y otra presuponen
la paz con Dios. La poética oración de San Francisco conocida como el “Cántico
del Hermano Sol”, es un admirable ejemplo, siempre actual, de esta multiforme
ecología de la paz.
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