El Salmo 78 (77), que se lee -o canta- el
día de hoy en la Santa Misa habla de “pan de los fuertes” –en el original
hebreo- o “pan de los ángeles” –en la versión griega-. En todo caso, habla del
don del maná con que se alimentaron los israelitas en su peregrinación por el
desierto.
El maná es solo figura de la Eucaristía,
el verdadero maná. Así lo indica Jesús en el evangelio: “No fue Moisés quien les
dio el pan del cielo; es mi Padre el que les da el verdadero pan del cielo” (Jn
6,32), es decir, la Eucaristía.
Mas, este pan no sacia el cuerpo –es minúsculo
lo que recibimos al comulgar- sino el alma, y la fortalece.
¡Cuántos andan por la vida enclenques,
debiluchos, porque no se han alimentado en tanto tiempo! La fuerza nos
viene de la Eucaristía. ¡Y es gratis
sentarse a esta Mesa y comer de ella!
Cierto, Señor, a veces soy interesado al
acudir a ti; tú mismo nos lo has dicho: “ustedes me buscan, no porque han visto
signos, sino porque han comido de los panes y se han saciado” (Jn 6,26). Aún así,
no nos abandones, porque aunque no te merecemos, te necesitamos.
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