Hace año y medio, más o menos, escribí una
entrada sobre Whitney Houston, tras conocer la noticia de su muerte, reciente
entonces. Recientemente me llegó un comentario a la entrada, con una cuestión
que se habrán planteado en alguna ocasión: nuestro “destino”. Al hilo de nuestra consideración de ayer, sobre la felicidad, copio y pego el comentario.
Además, pego lo que se me ocurrió escribir como respuesta.
Muero de pena por ella y tantas vidas que
no siempre encontramos la salida para cambiar un destino cruel. Me pregunto si no
era nuestro destino que la vida te llenara en un principio de coronas y
laureles para luego mostrarnos la contracara, la del mal, la del costo de
nuestra fama y riquezas cuando ya no tenemos nada para ofrecerle a ese
anticristo que nos encumbró al costo más elevado que en esta vida podíamos ofrecer.
Todo tiene un coste en este mundo, lo que aún no he logrado saber para afirmar
si éste fue su destino o el destino lo decidimos cada quien. Que nadie se
atreva a decir que lo sabe, sólo Dios lo sabe; y quizás algún día nosotros podamos
elevarnos a tal sabiduría.
He aquí el comentario inmediato que hice:
Gracias por el comentario.
Dios
sabe -puesto que lo sabe todo- cuál será nuestro fin. Ahora bien, ¿puede Dios
PREDESTINAR a alguien a la condenación, él que "quiere que todos los
hombres se salven"...? NO PARECE, pues en Dios no puede haber un resquicio
de maldad -¡si lo hubiera, no sería Dios!-. Dios lo puede todo, pero no puede
nada en contra de nuestra libertad: ya te das cuenta que esto es común y
medianamente evidente hoy.
Pero, a los que tenemos más llano el
camino sabiendo lo que a Dios agrada, es más "fácil" alcanzar la
salvación. Dios es nuestro Padre, que quiere el bien para nosotros y
continuamente nos ayuda, y nosotros también lo queremos. Si luchamos con
alegría por ser fieles a Dios, Él ya se encarga de hacer crecer y fructificar
esa lucha, como un papá ve los logros de su hijo pequeño y lo premia.
En fin, siguiendo tus consideraciones, no
busquemos las cosas como un culto a nosotros mismos, más bien, veamos en ellas
sólo un instrumento para ayudar a los demás y agradar a Dios. Así, la vida es
más amable, como lo es en verdad.
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