martes, 8 de diciembre de 2009

En la solemnidad de la Inmaculada Concepción

Como en los días de fiesta, hoy también ayudé pastoralmente en la Clínica Universitaria. Preparé lo necesario para celebrar la Santa Misa; me había prometido celebrar con piedad y con la solemnidad que pudiera. Canté incluso la consagración. Y la gente estaba también muy atenta y piadosa.

En la homilía recordé someramente la historia de las apariciones de la Virgen en Lourdes, en donde se dio a conocer nuestra Señora como la Inmaculada Concepción. La solemnidad de ahora es un ejemplo palpable de que el combate y la victoria sobre el pecado es posible, y no una utopía o un propósito ilusorio e imposible.

Propuse como propósitos, puesto que el sentido de la Solemnidad lo sugiere, una buena confesión y la lucha sin tregua contra el pecado, no sólo contra el pecado mortal sino también contra el pecado venial deliberado. María, tota pulchra, nos conseguirá la gracia para no transigir con la ofensa a Dios. “Aparta de mí, Señor, lo que me aparte de ti”.

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