Para los jóvenes de hoy y de siempre, para los jóvenes y para los niños y para los adultos…, para todos.
La Iglesia recuerda hoy a Santa María Goretti (1890-1902), canonizada en 1950. Tenía 12 años, educada en el trabajo y en la fe. Y preguntarían los jóvenes de hoy: “¿Aficiones?” Las tareas domésticas y la oración… no tenía “hobby” alguno, porque la vida dura que le tocó vivir no se lo permitía.
“Puesta en trance de defender su castidad, prefirió morir antes que pecar”. Alejandro se llamaba quien atentaba contra ella; al no ser correspondido como él deseaba, agredió a “Marietta” con un punzón, le dio más que una docena de estocadas.
Como dijo Pío XII en la canonización de la Santa, tal “espectáculo” era digno de la admiración de los cielos y de los ángeles, y de la admiración y la veneración de los hombres de nuestro tiempo, digno de ser imitado.
Sólo se puede defender esta virtud de la castidad si se es asiduo a la oración y a los sacramentos. Quien no ore y tenga la gracia de Dios, no va a querer entregar la vida por la castidad, ni se esforzará por defenderla.
Es más, los jóvenes ahora tienen como vergüenza el don de la virginidad y la entregan al primer postor sin compromiso alguno; . Incluso algunos padres, que son indignos de este título, animan a sus hijos a “hacerse adultos” y pecar en materia del sexto mandamiento. Y, ¿qué decir de quienes promueven públicamente ir en contra de la castidad?
“¡Son otros tiempos!”, dicen, como si las virtudes cambiaran, como si el hombre cambiara, ¡como si Dios cambiara!
Rezar, rezar, rezar. Pero no sólo con los labios sino con la vida y las obras. Rezar y enseñar a rezar a los hijos. ¡Con la ayuda de Dios se puede vivir vida limpia!
Santa María Goretti, ¡una niña de doce años!, nos consiga la gracia para que nosotros los “grandes” –en realidad: todos– no perdamos la inocencia, o la recuperemos, y la vida de la gracia.
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