viernes, 1 de julio de 2011

Una anécdota sobre la Confesión

     Esto siguiente me lo contó un amigo hace dos días: se fue a confesar con un sacerdote, “en cierto lugar, en cierto país del mundo”, el sacerdote capellán del lugar de estudios que frecuentaba.
     Fui a confesarme, cuenta. Después de decir mis pecados y los consejos, empezó a susurrar algo semejante: “Que Dios te bendiga y te ayude, bla… bla… bla… bla…, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Lo escuché, sigue contando, y pensé que quizá se habría despistado. Le comenté a mis amigos después que me pareció que el sacerdote no me había dado la absolución –la oración propia del sacramento de la Penitencia con que se perdonan los pecados– y grande sería mi sorpresa cuando me comentaron que a ellos les pasó un tanto igual.
     Yo me di cuenta y sé que no hay sacramento allí. Pero, ¿y los que no lo saben…?

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