sábado, 27 de agosto de 2011

“Detrás de un gran hombre, hay una gran mujer”


San Agustín y Santa Mónica

     La frase del título la he escuchado en varias ocasiones. Mañana celebraremos –aunque, por ser domingo, litúrgicamente no lo haremos– al gran San Agustín, un buscador infatigable y amante de la verdad, y sólo la encontró en la fuente de la verdad, la Verdad misma que es Dios.
    Hoy celebramos, en la Iglesia, la memoria de santa Mónica (331-387), madre de San Agustín. Mujer dada en matrimonio a edad muy temprana, tuvo varios hijos de su esposo pagano. Pero lo que constituyó la empresa de su vida fue la vuelta a la fe de su hijo Agustín que, teniendo ansias de vivir, se desvió en la vida y en la ciencia. “No se puede perder un hijo de tantas lágrimas”, la consoló San Ambrosio.
     Me encanta el ejemplo de esta gran mujer, que demostró ser más fuerte que muchos hombres de su tiempo y de ahora. Modelo de femineidad; no como esas mujeres de ahora, bobas que buscan la fama y el dinero, seguidas por hombres embobados con igual capacidad desarrollada de inteligencia y voluntad.
     Se demuestra una vez más el valor de las lágrimas maternas y de la oración. Tertuliano pronunció estas palabras: “la oración es todopoderosa; todo lo puede ante Dios para el bien, y nada puede para hacer el mal”.

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