De la ordenación del P. Lee, el 9 de agosto de 2008. |
Ciertamente, hay un deje de tristeza al ver sus fotos, al recordar su vida, su entrega, sobre todo porque ya no está entre nosotros. Pero, iluminados por la esperanza, confiamos en que así es como debía ser, así era mejor, tanto para él como para nosotros.
Hurgando por ahí, encontré una pequeña entrevista que le hicimos en el 2013, antes de partir para Roma a estudiar. Sí, me recuerdo que, entre sus prisas, y medio obligándole, le encendí la compu, escribí las preguntas y le animé a que escribiera sobre la marcha alguna cosa. En diez minutos había escrito ya lo que quedó allí plasmado. Pueden leerlo pinchando aquí. De esta entrevista he tomado la frase con que titulo este post.
Dios nos siga bendiciendo, ahora con la intercesión del P. Lee, santo y buen amigo sacerdote.
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