Nuestra pasión es el Seminario, lugar en donde Dios y nuestros obispos nos permiten trabajar. Tanto a los sacerdotes formadores como los que están en parroquia, convergimos en el tema del Seminario, las vocaciones, los hermanos sacerdotes y la importancia de la formación sacerdotal, tanto la institucional como la permanente.
Conocido el sacerdote -no quiero escribir su nombre aquí-, entre otros, me inculcó con su ejemplo a intentar preocuparme y a estar cerca de los sacerdotes. Los sacerdotes también necesitamos compartir con los demás, mejor con los mismos hermanos sacerdotes. Un hermano sacerdote comprende mejor lo que otro sacerdote lleva en el corazón.
¿Cuántos exalumnos de Sololá habrá en El Salvador? Son muchos. Apenas pudimos saludar a algunos. Recuerdan con nostalgia la reunión de exalumnos y la comunicación un poco más fluida con el Seminario. A ver qué se puede hacer.
Personalmente, esta convivencia con los antiguos amigos me ha dado ánimos para seguir con mi labor de formador, con el empeño de ayudar a los seminaristas a cultivar una sana y fuerte fraternidad sacerdotal, y a ayudarles a asumir una colaboración más eficaz con el Obispo. También, ¡qué importante es la vida espiritual bien enraizada en la vida sacerdotal!
Además de conocer un poco más la realidad de los seminarios y el clero de cada diócesis, con sus trabajos y esperanzas, también me dio alegría saludar a los feligreses de estos lugares, especialmente en Ilobasco (en donde estuvimos con el P. Eliseo) y en la Catedral de San Salvador (en donde saludamos al P. Chico Góngora).
A los padres mencionados agradezco su amistad y su acogida tan fraterna. Así quedan muchas ganas de volver...
Así luce el P. Mitchel, compañero mío de estudios en el Seminario Menor, que está convaleciente de su grave afección. Me alegró mucho compartir las horas con él. |
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