sábado, 11 de marzo de 2017

¿Para qué guardar los mandamientos?

¿Para qué observar o cumplir los mandamientos?
      A propósito de los mandamientos que tenemos que observar y de nuestras prácticas de piedad (pensemos en los mandamientos de la Iglesia, en la oración y la Confesión frecuente, por decir algunas), ¿por qué las cumplimos? ¿Será que Dios tiene necesidad de ellas? También, ¿por qué quiere Dios que nos convirtamos y volvamos a Él? ¿Tendrá Él algún interés en tenernos cerca?

     Cuando no se tiene relación de hijo con Dios y no le buscamos habitualmente, fácilmente vemos en los mandamientos una carga que hay que soportar, las prácticas de piedad unos actos que tenemos que darle a Dios. En verdad, somos nosotros los beneficiados con su observancia. Me ha gustado mucho una consideración de San Ireneo que nos sugirieron hoy (Adversus Haereses, 4,14,1). La transcribo.

     Quienes se hallan en la luz no son los que iluminan a la luz, sino que es ésta la que los ilumina a ellos: ellos no dan nada a la luz sino que reciben su beneficio, pues se ven iluminados por ella. Así sucede con el servir a Dios, que a Dios no le da nada, ya que Dios no tiene necesidad de los servicios humanos. Él, en cambio, otorga la vida, la incorrupción, la gloria eterna a los que le siguen y le sirven.

      Ni nos mandó que lo siguiéramos porque necesitase de nuestro servicio, sino para salvarnos a nosotros mismos. Porque seguir al salvador equivale a participar de la salvación y seguir a la luz es lo mismo que quedar iluminado... Por eso Él requiere de los hombres que lo sirvan, para beneficiar a los que perseveran en su servicio, ya que Dios es bueno y misericordioso. Pues es la misma medida en que Dios no carece de nada, el hombre se halla indigente de la comunión con Dios.

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