El trozo del evangelio según san Marcos que leemos este domingo (8,27-35), nos sitúa en una escena culmen: el desvelo de la identidad de Cristo, hasta entonces silenciada por el mismo Cristo.
"Cristo"
"Tú eres el Mesías". Otras traducciones dicen "Tú eres el Cristo". La primera palabra proviene del hebreo y la segunda del griego. Ambas significan literalmente "Ungido". El título se aplica primordialmente a Cristo, el Ungido por el Espíritu.
En el Hijo del eterno Padre, el título "Cristo" ha pasado a ser nombre propio: Jesucristo.
Tratar a Cristo
Dios tiene nombre: Padre, Hijo y Espíritu Santo: tres Personas y un solo Dios. Una persona tiene un nombre. Cuando conocemos el nombre de una persona ya hemos empezado a conocerla y a tratarla.
Dios no es una entelequia, no es un concepto o una idea. No podemos reducir a Dios a una fábula. Hemos de tratar a Dios como a una persona. Primero, hemos de ver a Jesús en el Sagrario y tratar con Él como con una persona, más que con cualquier persona. Ese trato ha de seguir en la calle, en la vida ordinaria.
Mírale a los ojos, háblale con la certeza de que te está escuchando, incluso en el susurro que pronuncias. Dile: "Jesús, Jesús..., mi dulce Jesús". Su mirada penetrará hasta tu corazón, y no te tratará con indiferencia sino que te prestará la mejor atención del mundo.
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