He salido pronto de casa. Caminando por la calle, con un sol esplendoroso de verano, intentaba ubicarme y tantear la dirección que debía tomar para llegar a donde pensaba ir. En la calle me encontré con muchas calcomanías y papeles tirados que decían: “29 J. Huelga General”. ¡Pero si es hoy!, pensaba yo.
Cuando ya llegaba a mi destino, me encontré con la huelga que anunciaban aquellos papeles. No eran más que unas cincuenta personas. El tema era el recorte de salarios y la cuestión de despidos…
Al llegar al sitio que quería, encontré un viento suave y una paz que no se encuentra fuera, en donde los vivos luchan por su vida. El sitio al que iba era el Cementerio general de Pamplona. Tenía deuda de ir a rezar un rato por el alma de D. Juan Izquierdo –es de arraigada piedad cristiana, fe auténtica en las postrimerías del hombre–, sacerdote Numerario a quien debo mucho como sacerdote y como persona. “Por sus frutos los conoceréis”, dijo nuestro Señor, aunque este fruto –me refiero a mí– no sea tan bueno. El 20 de junio se cumplió el quinto aniversario de su marcha al Cielo, desde donde nos seguirá echando una mano en nuestra lucha cristiana y sacerdotal. Antes de marcharme de Pamplona iré al menos otra vez a rezar allí.
Desde luego que la labor que realizó D. Juan Izquierdo perdurará y seguirá dando frutos.
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