lunes, 28 de junio de 2010

Experiencias de capellanía

Ésta es la Clínica Universitaria de Navarra, en la que ayudo sacerdotalmente.


Durante mis días de trabajo en la capellanía de la Clínica Universitaria -días que pronto acabarán-, me he enriquecido de más experiencias en estos días sacerdotales, cuando ya se acerca la fecha de aniversario de nuestra ordenación sacerdotal.

Me recuerdo de aquella señora que, con lágrimas, me decía que le daba gracias a Dios por todo, y que intentaba disfrutar también de todo, en lo honesto que nos ofrece la vida. Incluso, decía, intentaba disfrutar de cada amanecer, tan maravilloso que es; ¡cuánto nos hemos acostumbrado!, comentaba, y siempre es un espectáculo maravilloso.

Le pregunté a un hombre si podía contar su historia y me dijo que con gusto. Un hombre grande, grande, que al diagnosticársele cierta minusvalía, dejó de trabajar, pero que todavía gozaba de una pensión. Todavía es joven. No quería "no hacer nada", que se asoció a una organización "laica" como voluntario, y le asignaron un trabajo: ayudar a un ciego en lo que pueda. ¡Estuvo ayudándole ocho años, hasta que murió el ciego! Y lo más sorprendente -sorprendente en este medio en el que vivimos- es que llegó a quererle un montón, que estaba desconsolado por la defunción de su protegido. Y el ciego, también llegó a quererle tanto, mucho más que los de su propia familia. En vida, también estaba ayudando económicamente, dentro de sus limitaciones, a unos niños en Perú, para que pudieran estudiar...

En su Obituario, el joven éste le dedicó una espec
ie de oración, y terminaba así: "Fulano, hoy sí ya nos puedes ver".

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