Después de un tiempo he logrado reunirme con un círculo de familiares que no había frecuentado tanto por diversas razones, especialmente por la falta de tiempo, y también un poco por falta de oportunidad.
He bendecido la casa de un primo mío y me ha invitado a celebrar la Santa Misa por la intención y a bendecir luego la casa. Después de la Misa y un poco antes del rito de bendición, nos contaba a unos cuantos las vicisitudes que le han conducido hasta el momento, con las consiguientes arduas dificultades para una familia que está comenzando la vida.
Una de las lecciones, dice, que ha aprendido, es que ha costado esfuerzo y que, por eso, ama esa obra que, con la familia, han logrado sacar adelante.
La oración de bendición es maravillosa: además de pedir a Dios que entre en la nueva casa y en la familia, darle hospedaje, nos pueda recibir luego en Su casa del Cielo. Además, tuve la oportunidad de recalcar la importancia del esfuerzo por preparar a Jesús una buena "casa" en el corazón y en la familia.
Mientras comíamos y departíamos, un antiguo amigo aprovechó la oportunidad para confiarme una preocupación suya sobre cierto sector de la organización parroquial y de una apreciación sobre algunos seminaristas, según se cuenta por allí. Me alegró mucho la franqueza y la confianza con que me lo dijo. Así, entonces, aprovechamos el tiempo en todo momento.
Cuánta alegría da ver a una familia integrada, una familia que comparte los esfuerzos y proyectos. Dios bendiga a la familia de Álvaro.
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