Pasan los días, pasan los años, pasan las oportunidades... Estamos viviendo una Cuaresma más. Pero, ¿qué puedo hacer? Hemos ido captando poco a poco que no se trata de hacer sino de cambiar nuestra vida.
Lo difícil, claro está, es "materializar" estos buenos propósitos. Y es una labor ineludible y personal: cada uno, tú y yo, ha de concretar estas aspiraciones.
Leyendo últimamente la homilía que el Santo Padre pronunció el Miércoles de Ceniza pasado, nos puede ayudar. Échenle un vistazo (aquí). He querido postear estas líneas que me parecen ilustrativas y vienen como anillo al dedo como trasfondo de nuestro afán de querer cambiar. Procuremos, procura no aplicarlo a alguien, APLIQUÉMOSLO A NUESTRA PERSONA. Dice:
El profeta se refiere, en particular, a la oración de los sacerdotes, observando que va acompañada por lágrimas. Nos hará bien a todos, pero especialmente a nosotros, los sacerdotes, al comienzo de esta Cuaresma, pedir el don de lágrimas, para hacer que nuestra oración y nuestro camino de conversión sean cada vez más auténticos y sin hipocresía. Nos hará bien hacernos esta pregunta: ¿Lloro? ¿Llora el Papa? ¿Lloran los cardenales? ¿Lloran los obispos? ¿Lloran los consagrados? ¿Lloran los sacerdotes? ¿Está el llanto en nuestras oraciones?".
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