Hoy he tenido encargos, cumplidos “maratónicamente”.
Fui a la parroquia de Cantel, a celebrar la Santa Misa en unas comunidades,
ayudando al párroco, el P. Nicolás. He tenido que volver “corriendo”, pues
debía predicar un retiro a unos amigos. Pero la tónica ha sido el tema de la
Santísima Trinidad.
El “tema”, porque he hablado ampliamente de la Trinidad Beatísima,
procurando tratar a cada una de la divinas Personas.
Aproveché recordar, con los que me
escucharon hoy, el primer mandamiento de la Ley de Dios: “amarás a Dios sobre
todas las cosas”. Y les interpelaba: “¿cómo lo estamos cumpliendo?” Siempre
cabe mejorar, crecer en su cumplimiento.
El peligro, alertaba, es hacernos un
Cristianismo y una entrega a nuestra medida. Este es un mal actual en la
Iglesia: juzgar incluso lo que nos enseña la Iglesia como si fuera optativo, y
hacer una fe “a la carta”, estilo buffet. El ejemplo del mercado es bueno:
escoger lo que quiero y como lo quiero, según mis gustos. Ojalá no suceda entre
nosotros.
Confiar en lo que la Iglesia nos enseña y
tratar de cumplirlo, aunque a veces no lo comprendamos perfectamente. En fin,
amar a Dios plenamente, aún a costa de mi “proyecto”, de mi juicio, de mi
egoísmo y soberbia.
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