Los Apóstoles, el día de Pentecostés,
esperaban la promesa de Jesús: el Paráclito, el Espíritu de la Verdad, que les
guiará hasta la Verdad plena. Llegado el día, el Espíritu Santo invadió el ser
de los que estaban allí ―de toda la Iglesia, en definitiva―, que ya nada ni
nadie los detuvo para cumplir con el encargo del Señor: “vayan y hagan discípulos
de todos los pueblos, bautizándolos en el Nombre del Padre y del Hijo y del
Espíritu Santo” (Mt 28,20).
Hoy, los seminaristas de nuestro
Seminario, imitando en cierta manera la misión de los apóstoles, se
desperdigaron por las parroquias de la Diócesis, haciendo presente el Seminario.
Fueron para agradecer a los fieles su oración y su ayuda material al
sostenimiento de nuestros Seminarios (Mayor y Menor) y a la formación de los
futuros sacerdotes.
Es grande la carencia de sacerdotes que sufre
la Iglesia en todo el mundo, y de manera perentoria en Guatemala: hay aún pocas
vocaciones. Le agradecemos a Dios las vocaciones de nuestra Diócesis y por la
permanencia de nuestros Seminarios, además de que imploramos por un aumento de
vocaciones sacerdotales y religiosas para toda la Iglesia.
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