martes, 27 de septiembre de 2011

"Buena lectura con buenos libros"


     Me han pedido que escribiera el editorial de nuestro periódico interno en el Seminario. No es la primera vez. Aunque me dejaron elegir el tema, pronto, sin mucho esfuerzo, me surgió el de "la buena lectura", esencial en la formación académica, pero también en las otras áreas. Quizá les sugiera alguna idea o les anime a leer algo más.
            En nuestro actual sistema educativo, en esta nuestra nación apostillada de “del tercer mundo”, tenemos la penuria de la falta de preparación académica propicia de los dedicados a la docencia, pero también se suma la falta de voluntad de parte de los gobernantes para propiciar la buena preparación. Se ha dicho, en ocasiones, que tener “ignorante” a la población es más fácil gobernarla. ¡Gran afección!
            Todavía recuerdo que en la Primaria, mis profesores fueron concienzudos y muy humanos, que en una ocasión ¡hasta mi maestra de Primero me celebró el cumpleaños…! Bueno, hace poco una maestra de Primero, jubilada, se quejaba conmigo –en su decepción– de que entregaba a los niños bien preparados, pero que en Segundo o Tercero le echaban a perder los logros.
            Estas consideraciones vienen al caso para ilustrar que no debemos dejarnos llevar por la corriente, sino que debemos, con lo que tenemos entre manos –a nosotros–, empeñarnos por lograr una conveniente y mejor lograda preparación académica, la clave para cambiar tantas cosas. “Yo apuesto –me decía una profesional– por la educación”.
            En mis cortos años de docencia –y, antes, en mis años de alumno–, he comprobado que un hábito de lectura es fundamental para la formación académica. Ha de ser una lectura adecuada y buena para cada etapa de la formación. Para mí, en mis años de Básico, me recuerdo que la lectura obligatoria de “Hombres de Maíz” fue, como dirían los españoles, un “tostón”, un hueso duro de roer. Tuve que esperar varios años para poder digerirlo mejor.
            Ahora me hace gracia que, antes, prefería los libros pequeños a los “gordos”, los que tenían dibujos a los que tenían sólo letras, los de letras grandes a los de letra “moscosa”. A veces salía engañado. Para eso, mejor consultar con alguien que sabe sobre la materia. Habremos escuchado alguna vez que “un buen libro es un buen amigo”.
            Romano Guardini, aquel teólogo y pensador italiano que produjo en la primera mitad del siglo XX, escribió a mediados de siglo su “Elogio del Libro”. Comenzaba su escrito con pregunta tan sugerente: “¿Amáis los libros?” Después de sugerir, entre frases, hojear libros práctica muy pero muy recomendable, describe ese “amor al libro”: «el amor por el libro lo tiene precisamente quien al caer la tarde, sentado en su habitación, rodeado de silencio —presuponiendo, obviamente, que alrededor de él haya silencio de verdad— siente, de pronto, que los libros que están a su alrededor se convierten para él en seres vivos. Particularmente vivos. Objetos pequeños pero, no obstante, llenos de mundo. Que están allí sin moverse y sin hacer ruido y, sin embargo, dispuestos a abrir en cualquier momento sus páginas y a comenzar un diálogo que narra el pasado, que hace mirar al futuro o que invoca la eternidad, tanto más inabarcable cuanto más sabe atraer al que se le acerca».
            Además, aunque este pensamiento puede desarrollarse en otro momento, sólo se puede escribir bien si, habiendo estudiado bien el idioma, se ha leído bastante y bien. La regla está comprobada: si se lee mucho, podrá escribirse algo; si no se lee nada, no se tendrá ideas para escribir, pues no se trata sólo de copiar.
            (...) No hemos de tener miedo a un libro que come, como los que aparecen en Harry Potter. ¡Ánimo, pues, y a leer abundante y bien!

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