martes, 6 de diciembre de 2011

7o día de la Novena a la Inmaculada


     En el Cenáculo
     En el Cenáculo los apóstoles no sabían lo que les esperaba. Atemorizados, estaban preocupados por su futuro. Seguían experimentando aún el asombro provocado por la muerte y resurrección de Jesús, y estaban angustiados por haberse quedado solos después de su ascensión al cielo. María, ‘la que había creído que se cumplirían las palabras del Señor’ (cf. Lc 1,45), asidua con los apóstoles en la oración, enseñaba la perseverancia en la fe. Con toda su actitud los convencía de que el Espíritu Santo, con su sabiduría, conocía bien el camino por el cual los estaba conduciendo y que, por tanto, podían poner su confianza en Dios, entregándose sin reservas a Él y entregándole también sus talentos, sus limitaciones y su futuro” (Benedicto XVI, Discurso, 26-5-2006).
     “Como en el Cenáculo, la Virgen Santísima constituye siempre para los cristianos la memoria viva de Jesús. Es ella quien anima su oración y sostiene su esperanza. A ella le pedimos que nos guíe en el camino diario y proteja con especial predilección a las comunidades cristianas que se hallan en situaciones de mayor dificultad y sufrimiento” (Benedicto XVI, Ángelus, 26-3-2006).

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