Con la fiesta del Bautismo del Señor que ahora celebramos, culminamos el tiempo de Navidad. Esta fiesta sirve de transición entre el tiempo de Navidad y el tiempo Ordinario, pues hoy también es el "Primer" Domingo del tiempo Ordinario.
Esta fiesta nos recuerda nuestro bautismo y la gracia que hemos recibido entonces. Sugiero este don, por ahora: SER HIJOS DE DIOS.
En la vida humana, cualquier hombre y mujer pueden transmitir la vida (eso es la "paternidad"), pueden engendrar, pero quizá no sean responsables de hacerse cargo del "retoño" que han tenido. Del otro lado, igual: el hijo recibió la vida, pero no siempre logra relación fluida con el que se la ha dado. Es decir, padre e hijo no siempre se llevan bien.
Un tanto igual podría pasar con la vida divina que hemos recibido en el bautismo: fuimos constituidos hijos de Dios (cfr. Ga 4,4-7) y habernos olvidado de serlo, habernos olvidado de nuestro "Padre" Dios. Se trata, pues, no sólo de "ser" hijo de Dios sino de "sentir" que somos hijos de Dios, aunque no sea cuestión de sentimientos.
Se trata, pues, de ser conscientes de que somos hijos de Dios, de tratar a nuestro Padre Dios. Y una forma elemental y tan importante de hacerlo es mediante la oración, el tener presente a Dios todo el día, portarnos hijos suyos y que estamos ante su mirada.
Tú puedes considerar más cosas sobre la fiesta de hoy.
Por cierto, ¿te recuerdas de la fecha de tu bautismo? Allí recibiste la vida divina que no terminará, que trasciende esta vida y que es ya vida eterna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario