viernes, 25 de marzo de 2011

En la Solemnidad de la Anunciación


     Estamos celebrando la solemnidad de la Anunciación del Señor, la Encarnación del Hijo de Dios en las Purísimas entrañas virginales de María.
     Con relato tan sencillo, y también con desarrollo tan sencillo, sucede el hecho más grande de nuestra grande y pobre, a la vez, historia humana: una mujer –casi una niña– pronuncia un Fiat (“hágase”, “sí”), una respuesta de la que, como dice bellamente san Bernardo, toda la creación, el cielo y la tierra, está pendiente.
     Éste es nuestro Dios maravilloso que obra la redención con suma “naturalidad”, conjugando armónicamente lo humano y lo divino, sin estridencia alguna.
     Una digna actitud nuestra ante tal milagro puede ser el “maravillarse”, sorprenderse, no acostumbrarse. Tanto la teología como la piedad han de sorprenderse y elevar una gran acción de gracias por la obra de la redención.

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