Al amanecer de hoy me dieron ganas de cantar la canción napolitana “O sole mío”. Después de unos días intensos de lluvia, después de hacer actos de fe de que existía el sol sobre las nubes que la tapaban, volvió a alumbrar y a calentar el sol.
Después de la Santa Misa, al romper el silencio de la hora temprana, los alumnos del Seminario se pusieron a silbar, a cantar, a disfrutar de los rayos calurosos del sol, para calentar, más que su cuerpo, su corazón.
Ahora toca a las autoridades reconstruir, no “lo que el viento se llevó”, sino las lluvias y las correntadas. Se lamentan, ciertamente, las pérdidas humanas –porque lo material se recupera o importa menos-, pero hay que retomar el camino.
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