domingo, 30 de octubre de 2011

Ser sacerdote

Iglesia colonial de Concepción, que lleva fecha de 1621.


Retablo de la iglesia.
     El hecho de un descanso en el ámbito académico me ha dado oportunidad a ayudar pastoralmente en Concepción, comunidad católica que me tocó atender mientras era sacerdote recién ordenado.
     Primero, acompañé al ahora administrador parroquial, el P. Francisco, a un “almuerzo” de unos amigos de esos tiempos. Este pueblo de Concepción se caracteriza por su población totalmente indígena, con la consiguiente dificultad de su acceso a la educación, no sólo porque la gente indígena es frecuentemente obviada, sino que los indígenas mismos tienen en menos la educación escolar. Hacía esfuerzos por predicar en Kaqchikel, la lengua que hablan casi en su totalidad.
     Me dio mucho gusto asistir a acompañar a estos amigos, que tenían como motivo la celebración de haber culminado sus estudios de diversificado una de las hijas de la familia. La incentivé a que siga los estudios universitarios.
     Por la tarde fui a otra comunidad, una aldea, a celebrar la Santa Misa. Me sucedió un incidente gracioso; con lo que cuento no estoy faltando al sigilo sacramental, ya que es la introducción del sacramento:
     Le pregunté al penitente: -janipe’ kan ab’anon ruk’isibäl a “confesión” (hace cuánto te confesaste por última vez).
     A lo que me contestó: -¿Qué dice, Padre?
     Ya se ve que cuesta entendernos con los regionalismos del kaqchikel, y yo no termino de hablarlo como los de aquí, para que nos entendamos con fluidez. Es que, no recuerdo si alguna vez, en esta comunidad, he confesado a alguno en castellano.

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