domingo, 24 de mayo de 2015

En la beatificación de Mons. Romero


    ¡Lo que puede mover y hacer una persona entregada a Dios y a los demás!

     Ayer tuve el gran regalo de participar de la ceremonia de beatificación de Mons. Óscar Arnulfo Romero -además de disponerme para ganar la Indulgencia Plenaria- en El Salvador.

     El ambiente que percibí era muy festivo -aunque no exento de intentos de cierta reivindicación social en ciertos sectores-. Llevaban bastante tiempo preparándolo todo. Me dio mucho gusto saludar a tantos sacerdotes amigos, especialmente santanecos y vicentinos. De verdad, entre otros regalos, me alegró mucho ver a antiguos amigos sacerdotes. Además, tenemos que agradecer a las familias que nos asistieron durante nuestra estadía allí, en San Salvador. Fueron muy atentos con nosotros.

     Muchos fieles participaron de la vigilia, que tardó toda la noche. La mayoría se hizo presente desde temprana hora de la mañana en el lugar. Algunos aventuran una cifra de 300,000. Para sacerdotes había lugar para un millar y medio, y me parece que se usaron todos. Cardenales hubo algunos; obispos, muchos.

     La tarde y la noche de la vigilia hubo chaparrón...; por la mañana y durante la ceremonia hubo un sol de justicia, espléndido. Los sacerdotes concelebramos durante la Misa. Presidió la Santa Misa el Card. Angelo Amato, prefecto de la Congregación de la Causa de los Santos.

     Hoy, nuestra comitiva (P. Víctor, siete seminaristas y yo) pudo ir al "Hospitalito", lugar del martirio de Mons. Romero. Vimos el lugar en donde vivía, el lugar de su martirio...

     La verdad, deja una fuerte impresión considerar la vida del nuevo Beato, en el ambiente mismo de su vida apenas 35 años atrás. Nació el 15 de agosto de 1917 y murió trágicamente el 24 de marzo de 1980. Su vida fue entregada hasta el último instante.

      A Mons. Romero poco le importará, en el Cielo, lo que digan o no digan de él o le hagan decir. Lo que le interesará es que seamos mejores cristianos, que amemos más a Dios y a nuestros hermanos, que nos querramos como hermanos. A mí me parece, como se ha recalcado mucho, que la Beatificación es una oportunidad para reivindicar más que la justicia -que no se ha de descartar-, el amor y la unidad, a todos los niveles. Ese es el ejemplo de toda vida santa.

     Intentaré seguir conociendo algo más sobre la vida del nuevo Beato.

No hay comentarios:

Publicar un comentario