Imagen de la Asunción de la Virgen que se venera en la parroquia de la advocación, en la zona 2 de Guatemala. |
"Después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces y de invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia; para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; para aumentar la gloria de la misma augusta Madre y para gozo y alegría de toda la Iglesia, con la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado que La Inmaculada Madre de Dios y siempre Virgen María, terminado el curso de su vida terrenal, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria del cielo".
Siendo Madre nuestra, ¡cómo no nos alegrará que sea premiada, glorificada! Su vida, de total entrega, ha alcanzado la meta. A los hijos nos alegra que nuestra Madre sea reconocida y glorificada.
A la vez, nuestra esperanza se inflama, al pensar que Ella es un anticipo de lo que sucederá con toda la humanidad, los que permanezcan fieles: la plena comunión de los hombres con Dios, en nuestro cuerpo y nuestra alma enteros.
Nuestra alma se eleva con Ella a los Cielos y nos dan muchas más ganas de portarnos bien, de ser un poco más fieles -con el trabajo que nos cuesta-, de confiar más en Dios que nos llama a Su gloria.
¡Viva la Virgen, nuestra Patrona...!
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