De entre las tantas y tan entretenidas ocupaciones que tenemos, trato de sacar un rato para ciertas lecturas: un artículo aquí, un comentario allá, un manual para estudio preparando clases, otro libro de lectura más ligera... Estaba leyendo "Sin Planificar" de Abby Johnson. Es cierto, es un libro que hace rato tengo allí sin terminar, pero estoy en la recta final. Se trata del testimonio de Abby que, habiendo trabajado en Planned Parenthood, se convirtió en una activista Pro Vida. El ritmo de su narración es trepidante, te atrapa.
Bueno. Lo que quería comentar.
En el capítulo 21, titulado "la alfombra roja" en la edición de Palabra, cuenta varias anécdotas. Una de ellas es cuando, llegando a la oficina de Coalition for Life recién había dejado "el otro lado de la verja", la encontró un ex policía, el señor Orozco, que solía rezar frente a la clínica abortista que regentó Abby. Así lo cuenta Abby:
"Vino corriendo hacia mí. '¡Abby!', gritó con alegría desbordante. 'He estado rezando por ti tantos años. ¡Me alegro mucho de verte en este lado de la verja! ¡Qué magnífica recompensa para una oración!' Me abrazó y yo también le abracé, fuerte. Este hombre tan amable había rezado por mí durante años. Dios había escuchado sus oraciones. No tengo palabras para expresar mi gratitud".
Las oraciones no caen en costal roto, siempre las escucha Dios. Sólo que nosotros a veces somos tan impacientes y queremos respuestas rápidas.
Me recordé también de Santa Mónica, que rezó tantos años por la conversión de su hijo Agustín. Valió la pena...
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