domingo, 4 de septiembre de 2016

¿Por qué tengo que luchar? (evangelio del domingo)

Alguna especie de hormiga dicen que puede cargar 50 veces su peso.
     Al leer Lc 14,25-33, el evangelio de la Misa de este domingo, puede descorazonarse uno. La propuesta es muy dura: "el que no odia a su padre y a su madre..., no puede ser mi discípulo. El que no toma su cruz y me sigue no puede ser mi discípulo. (...) El que no renuncia a todos sus bienes no puede ser mi discípulo".

     No sé a ustedes, pero a veces me surge un espíritu de rebeldía al escuchar estas palabras directas e inequívocas de Jesús, de quien pretendemos ser sus discípulos. Y me pregunto: ¿por qué el Señor me pide tanto?, ¿tiene derecho?

      Sobre aviso no hay engaño, dice el refrán. Quien quiera ser cristiano sabe cuál es el camino y lo que le espera. De hecho, lo hemos comprobado: cuanto más nos esforzamos por portarnos bien, peor nos va. Una vez Santa Teresa escuchó al Señor estas palabras: "Teresa, así trato yo a mis amigos", refiriéndose a las dificultades que uno debe sufrir, a lo que la Santa replicó: "Ah, Señor, por eso tienes tan pocos [amigos]".

     Pero, la verdad, si nuestro CIELO es la felicidad eterna y completa, en donde todo lo que somos estará lleno de Dios y nosotros en Él, en donde las necesidades del hombre estarán plenamente satisfechas y no habrá nada de lo que aquí nos puede hacer pasar mal rato, ¿POR QUÉ NO AGUANTAR un poco, puesto que esta vida es "una mala noche en una mala posada" (Santa Teresa)?

     Dios nos da fuerzas. Además, "la vida pasa felizmente si hay amor" (Luis Aguilé).


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