sábado, 6 de febrero de 2010

Participar de la liturgia del Cielo

Tomando pie de la primera lectura (Is 6,1-2a.3-8) y del Salmo (Sal 137,1-8) de la Misa mañana, domingo, escribí los siguientes párrafos para mi homilía, que comparto con ustedes, si tienen paciencia de leerlos.

Esta reunión nuestra, hermanos, siendo una reunión de unos hombres que quieren hacer algo en común, no tiene fines meramente humanos.

Las palabras, los gestos, lo que recibimos en esta celebración eucarística, no son humanos sin más. Detrás de esos gestos y esas palabras hay algo trascendental, no en virtud de ellos sino en virtud de la institución de estos sacramentos y de estos ritos, y de quien actúa en ellos: Cristo mismo. La fe, que es una virtud teologal, es ese don que nos ayuda a que los ojos del alma pueden percibir lo que hay detrás de estos ritos, y a dónde nos llevan.

Participando de la liturgia del Cielo

Es Dios mismo el que está presente y actúa en esta nuestra celebración de la Misa, participamos de la liturgia del Cielo a semejanza de cuando Isaías se encontró en la asamblea del Cielo (1a. lectura): «vi al Señor, sentado sobre un trono muy alto y excelso: la orla de su manto llenaba el templo. Había unos serafines junto a él, con seis alas cada uno, que se gritaban el uno al otro: “Santo, santo, santo es el Señor, Dios de los ejércitos; su gloria llena toda la tierra”. Temblaban las puertas al clamor de su voz y el templo se llenó de humo» (Is 6,1b-4).

Si fuéramos conscientes de esta gracia de Dios, dejaríamos las preocupaciones y las prisas a un lado. No nos aburriríamos. Además, porque no podemos salir así como entramos, ¡saldríamos de esta la celebración más endiosados!

Con María

La eficacia de la liturgia, lo tenemos claro, no se encuentra en nosotros, pero cuenta con nuestra colaboración. Hemos aprendido y creemos que la Santa Misa es la actualización del mismo Sacrificio de Cristo en el Calvario. ¿Cómo hubiéramos estado en ese hecho histórico y salvífico de la Crucifixión y Muerte de Cristo en el Calvario? Allí vemos a María, junto a la Cruz de su Hijo. ¿Cómo participaría Ella de esa liturgia, la más excelsa delante de Dios?

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