- Un momento. ¿Dices que vaya otra vez mar adentro, cuando llegando estamos?
- Sí.
- No va a poder ser. Hemos pasado la noche intentando pescar y ni un sólo pez hemos podido atrapar.
- ¿Y...?
- Estamos demasiado cansados para hacer doble jornada.
- Pedro: te digo que éste es el momento oportuno para pescar.
- ¿Qué...? Creo que te estás pasando de la raya, Señor. ¡Claro!, como tu trabajo ha sido otro, no sabes que ahora, durante el día, los peces están durmiendo demasiado abajo. ¡Si casi he nacido en el agua! Con los años que llevo de vida no he hecho otra cosa. La experiencia me dice que no se puede.
- Te insisto, debes confiar en mí.
Entonces Pedro, que se ha ido acalorando un poco, repara en la mirada de Jesús, llena de paz, de comprensión, incluso un poco de desafío. La mirada de Jesús le venció. Y dijo Pedro a Jesús:
- Está bien. Vamos mar adentro, para que aprendas que de día no se puede pescar...
Aunque el cansancio de Pedro era demasiado, aunque pretendía demostrar que la experiencia es la que manda siempre, cedió, y vio lo que Dios puede hacer en contra de las predicciones. "Hicieron una redada tan grande que casi se rompía las redes por la cantidad de peces". ¿Qué actitud tuvo Pedro después del milagro?
yo soy una gran fanática de Dios
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