domingo, 22 de mayo de 2011

Lo "sano" de pensar en el Cielo

Magnífica obra de Durero, en 1511, encargo para
el Hospital de los Doce Hermanos de Nüremberg

      Francamente, la perspectiva de la vida eterna y ultraterrena es esperanzadora y optimista. En manera alguna la Iglesia es pesimista. Incluso los mandamientos, que para algunos afectados de un egoísmo más o menos acentuado, son el camino para alcanzar esa paz y esa felicidad eternas, y no un yugo que esclavice su existencia. ¿Qué sería de nosotros si todo acabara aquí abajo? Nos entraría la desesperación y el desánimo.
     Hoy hemos leído en el evangelio esas palabras esperanzadoras del Señor: “En la casa de mi Padre hay muchas moradas. De los contrario, ¿les hubiera dicho que voy a prepararles un lugar? cuando me haya marchado y les haya preparado un lugar, de nuevo vendré y les llevaré junto a mí, para que, donde yo estoy, estén también ustedes”.
     Las palabras de San Cipriano recogen ese optimismo de la lucha cristiana: “¡Cuál no será tu gloria y tu dicha!: ser admitido a ver a Dios, tener el honor de participar en las alegrías de la salvación y de la luz eterna en compañía de Cristo, el Señor tu Dios…, gozar en el Reino de los cielos en compañía de los justos y de los amigos de Dios, las alegrías de la inmortalidad alcanzada”.

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