Jn 17,20-26. “No ruego sólo por éstos, sino por los que van a creen en mí por su palabra”. Está hablando de nosotros, los que sin haberle visto hemos creído en Él, gracias a la palabra de los Apóstoles. ¿Qué hubiera sido de nosotros si ellos hubieran dejado de predicar? ¿Habríamos llegado a conocer a Dios si ellos, que tenían el encargo de predicar, se hubieran dejado llevar por la pereza o hubieran abandonado el camino?
“Que todos sean uno; como Tú, Padre, en mí y yo en Ti, que así ellos estén en nosotros, para que le mundo crea que Tú me has enviado”. Según San Juan, estamos en el final de los discursos del Señor, justo antes de la narración de la Pasión del Señor (cap. 18). Es el testamento de uno que va a morir, de quien va a dar la vida por ti y por mí. La unidad es fuerte testimonio de la verdad: si estamos unidos los cristianos, muchos creerán en nuestro testimonio; si estamos divididos, podemos predicar maravillas que nuestro ejemplo no arrastrará, no será persuasivo.
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