viernes, 20 de septiembre de 2013

Casi se me olvida la fórmula de la absolución (Confesión)

     Estamos terminando el día viernes y terminan las labores académicas programadas para la comunidad. Luego, cada uno busca sacar tiempo para estudiar por su cuenta, en medio del resto de actividades. Yo ya estoy deseando descansar, pero no quería dejar de escribir unas letras para mis amigos.
     En la tarde me puse a confesar un rato a descargar el alma de los penitentes, a esta sesión divina de “terapia espiritual”―. Ahora no me preocupé de lo del otro día: si me recordaba bien de la fórmula de la absolución, es decir, la fórmula para que se dé el perdón de los pecados. En verdad, cuando quise “pensar” seriamente en lo que estaba diciendo (la fórmula), casi tropiezo...
     Ya son trece años de estar impartiendo este poder maravilloso diciéndole al penitente: “tus pecados están perdonados”, “vete en paz”. A diferencia de la primera vez que se me olvidó (al menos dije las palabras esenciales), la fórmula de  la absolución ahora me sale casi sin pensarlo, de tantas veces repetida.
     Es preciosa la fórmula de la absolución, cuánta riqueza divina y teológica encierra. Es para considerarla tantas veces ante Dios, misericordioso. La fórmula es:
     Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la Iglesia, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario