sábado, 7 de septiembre de 2013

Hace tanto bien el dialogar

Una foto de archivo, en conversación con un bachiller.
     Una de las labores del sacerdote es hablar, predicar ―ojalá con contenido, después de haberlo “hablado” con Dios―. Pero también la de escuchar.
     Había comentado en entrada anterior que, nuevamente, estamos de convivencia vocacional en el Seminario, esta vez con jóvenes que provienen de la zona de Chimaltenango (la otra parte de esta Diócesis en la que sirvo). Me he entrevistado con algunos jóvenes, que me parecen valiosos para ingresar luego en el Seminario, primero Dios.
     En este trato personal, los jóvenes encuentran oportunidad para despejar sus dudas, para hablar de su propia experiencia vocacional y cristiana, para preguntar lo que quieran.
     Quizá alguno de los lectores de esta entrada, alguna vez, hayan tenido algún trato con un sacerdote que les inspira confianza. Pienso en tantos jóvenes ―y menos jóvenes― que quisieran hablar con alguien de confianza y no encuentran con quién. Ojalá encuentren con quién.
    Confío en que, con el que se confiesen, encuentren quien les guíe, pues constituye tanta ayuda y necesidad para el alma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario