lunes, 2 de septiembre de 2013

A propósito de Whitney Houston y el destino...

     Hace año y medio, más o menos, escribí una entrada sobre Whitney Houston, tras conocer la noticia de su muerte, reciente entonces. Recientemente me llegó un comentario a la entrada, con una cuestión que se habrán planteado en alguna ocasión: nuestro “destino”. Al hilo de nuestra consideración de ayer, sobre la felicidad, copio y pego el comentario. Además, pego lo que se me ocurrió escribir como respuesta.
     Muero de pena por ella y tantas vidas que no siempre encontramos la salida para cambiar un destino cruel. Me pregunto si no era nuestro destino que la vida te llenara en un principio de coronas y laureles para luego mostrarnos la contracara, la del mal, la del costo de nuestra fama y riquezas cuando ya no tenemos nada para ofrecerle a ese anticristo que nos encumbró al costo más elevado que en esta vida podíamos ofrecer. Todo tiene un coste en este mundo, lo que aún no he logrado saber para afirmar si éste fue su destino o el destino lo decidimos cada quien. Que nadie se atreva a decir que lo sabe, sólo Dios lo sabe; y quizás algún día nosotros podamos elevarnos a tal sabiduría.
     He aquí el comentario inmediato que hice:
     Gracias por el comentario.
     Dios sabe -puesto que lo sabe todo- cuál será nuestro fin. Ahora bien, ¿puede Dios PREDESTINAR a alguien a la condenación, él que "quiere que todos los hombres se salven"...? NO PARECE, pues en Dios no puede haber un resquicio de maldad -¡si lo hubiera, no sería Dios!-. Dios lo puede todo, pero no puede nada en contra de nuestra libertad: ya te das cuenta que esto es común y medianamente evidente hoy.
     Pero, a los que tenemos más llano el camino sabiendo lo que a Dios agrada, es más "fácil" alcanzar la salvación. Dios es nuestro Padre, que quiere el bien para nosotros y continuamente nos ayuda, y nosotros también lo queremos. Si luchamos con alegría por ser fieles a Dios, Él ya se encarga de hacer crecer y fructificar esa lucha, como un papá ve los logros de su hijo pequeño y lo premia.

     En fin, siguiendo tus consideraciones, no busquemos las cosas como un culto a nosotros mismos, más bien, veamos en ellas sólo un instrumento para ayudar a los demás y agradar a Dios. Así, la vida es más amable, como lo es en verdad.

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