sábado, 7 de junio de 2014

Efusión del Espíritu en Pentecostés

Jean II Restout, Pentecostés
     ¡Como en no pocas ocasiones, los cristianos afeamos el rostro de la Iglesia, que nació y es esplendente por Cristo que habita en Ella y el Espíritu la anima!
     Hoy celebramos el nacimiento definitivo de la Iglesia. Cincuenta días después de la resurrección del Señor, diez días después de su Ascención a los Cielos en cuerpo y alma y divinidad, ha enviado el Espíritu Santo como lo había prometido.
     Ahora, Pedro y los Apóstoles y demás cristianos, con la fuerza de lo Alto, da testimonio sin reticencias ni temores el mensaje del Evangelio, testimonio del Resucitado. Le pedimos al Santo Espíritu, con la liturgia: Ure igne Sancti Spiritus, renes nostros et cor nostrum, Domine: ut tibi casto corpore serviamus et mundo corde placeamus (Inflama, oh Señor, con el fuego de tu Santo Espíritu nuestro corazón y nuestras entrañas todo nuestro ser: para que te sirvamos con un cuerpo casto y complazcamos con un corazón limpio). (La traducción no es oficial).
     Una oración —o, muchas, si se puede— por el Seminario: formadores, alumnos, trabajadores, bienhechores…, toda la Iglesia, para que en este día de Pentecostés, en que celebramos en esta Diócesis el Día del Seminario, consigamos secundar de manera más decidida la Voluntad de Dios.

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