viernes, 15 de enero de 2016

Encomiendo a las religiosas

Santa Juana Francisca Fremiot de Chantal
     Esta semana he tenido el encargo de celebrar la Santa Misa en la iglesia del Monasterio de la Visitación, aquí en Guatemala. Cada mañana he estado yendo, a temprana hora.

     Como está cerca, voy andando hasta allá. A la hora en que me encamino hacia allá me encuentro con un río de gente yendo y viniendo a sus labores diarias, al trabajo o a dejar a los hijos a la escuela. Unos pocos se dan cuenta y saludan al sacerdote con que se encuentran. Me alegra estar en medio de esta gente, afanada en sus quehaceres que ocupan su atención, y laa encomiendo.

      Hoy iba llegando a la iglesia, y casi me encuentro con una señora que llegaba también. Alcancé a ver que la señora llevaba en la mano, recogido, un rosario. La señora venía rezando el Rosario de su casa a la iglesia. Me alegró confirmar la costumbre que trato de practicar, cuando voy de un lugar a otro. Me alegró que una señora rezara a la Virgen.

      Hoy celebramos, en Guatemala, la fiesta del Santo Cristo de Esquipulas. Prediqué sobre el amor de locura que Dios nos tiene. Es fácil, considerando que Jesús dio su vida por nosotros.

     Al finalizar la celebración, después de confesar a quien me lo había pedido, pude saludar a las benditas Hermanas que viven en el Monasterio de la Visitación, tan legendario por su trabajo de elaboración de hostias y otros insumos piadosos. Ir a celebrar la Misa al Monasterio me ha ayudado a encomendarlas y a encomendar a las religiosas, y me alegra mucho considerar que también ahora hay mujeres, también muchas jóvenes, que consagran su vida a Dios en la oración y la entrega del claustro.

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